El centro de nuestra galaxia alberga un monstruo invisible de un poder inimaginable: un agujero negro supermasivo llamado estrella Sagitario A, con cuatro millones de veces la masa del Sol. Recientes avances astronómicos han confirmado no solo la existencia de agujeros negros como la estrella Sagitario A, sino que estos extraños objetos invisibles pueden ser los protagonistas galácticos definitivos. Las impresionantes imágenes generadas por ordenador nos llevan a presenciar los orígenes ardientes del agujero negro de nuestra galaxia hace 13.600 millones de años, cuando el universo primitivo albergaba enormes estrellas azules que, cuando se quedaron sin combustible, colapsaron bajo su propia enorme masa, aplastandose en un objeto tan pequeño y tan denso que perforó un agujero en la estructura del universo. Durante miles de millones de años, la estrella Sagitario A se dio un festín con el gas y las estrellas cercanas y con fusiones cataclísmicas con otros agujeros negros. Un descubrimiento revolucionario realizado por el telescopio de rayos gamma Fermi de la NASA ha demostrado que nuestro agujero negro tenía el poder de esculpir toda la galaxia, creando vastas burbujas de gas por encima y por debajo de nuestra galaxia e incluso protegiendo sistemas estelares como el nuestro. En una alucinante conclusión, Brian Cox revela cómo nuestra comprensión moderna de los agujeros negros está desafiando nuestros conceptos de realidad hasta el punto de ruptura. Al tratar de comprender el destino de los objetos que caen en la estrella Sagitario A, los científicos han llegado a una conclusión sorprendente: el espacio y el tiempo, conceptos tan fundamentales para la forma en que experimentamos el mundo que nos rodea, no son tan fundamentales como alguna vez pensamos.
¿Cómo llegó a existir el universo? Gracias a una serie de descubrimientos, nuestras misiones espaciales más poderosas han desvelado 13.800 millones de años de evolución cósmica y han revelado la historia de nuestro universo desde su nacimiento hasta la llegada de nuestra naciente civilización. Nuestra guía en esta odisea de regreso a los albores de los tiempos es la luz. Los telescopios son máquinas del tiempo: al observar el universo distante, abren una ventana al pasado. Un telescopio más que cualquier otro nos ha ayudado a viajar a través de la historia del universo: el Telescopio Espacial Hubble de la NASA. Sorprendentemente, Hubble incluso ha encontrado una de las primeras galaxias que existieron en el universo, que nació hace unos 13.400 millones de años. Es un descubrimiento que indica los inicios de nuestra propia Vía Láctea. Realistas imágenes generadas por ordenador dan vida a esta antigua galaxia, permitiéndonos presenciar por nosotros mismos el primer amanecer. Fue el comienzo de una relación entre estrellas y planetas que, en un mundo lejano, conduciría al origen de la vida y, en última instancia, a nosotros. Los increíbles descubrimientos del Hubble han permitido a los científicos reconstruir una gran parte de nuestra historia cósmica, pero no pueden llevarnos al momento más importante de la historia: el Big Bang. Durante décadas, el momento en que comenzó el universo fue objeto de pura especulación, pero al combinar la astronomía y la cosmología, los científicos finalmente encontraron una manera de poner a prueba sus teorías y estudiar los eventos trascendentales que tuvieron lugar durante el Big Bang. Pueden hacer esto porque el telescopio espacial Planck de la Agencia Espacial Europea ha visto el resplandor del Big Bang, algo que llamamos Fondo Cósmico de Microondas. El detalle tan fino que Planck nos daba ha ayudado a confirmar algo notable: el Big Bang puede no ser el comienzo. Hubo un tiempo antes del amanecer, un lugar más allá de lo que podemos comprender. El profesor Brian Cox nos transporta a la fracción de segundo anterior al Big Bang, cuando se plantaron las semillas de nuestro universo.
En el segundo episodio, veremos a unos machos de dreadnoughtus competir por el derecho a aparearse. Unos lagartos son cazados por un velociraptor entre un grupo de tarbosaurios dormidos. Un Mononykus busca termitas e investiga nuevas opciones alimenticias tras una breve tormenta. Varios tipos de dinosaurios se congregan en torno a un abrevadero en Mongolia. Por encima de los desiertos del norte de África, se produce un combate aéreo cuando unos pterosaurios macho luchan por la atención de las hembras que se encuentran abajo. Una manada de secernosaurios desafía las duras dunas de yeso en busca de alimento.
En el cuarto episodio, veremos unos dromaeosaurios acechando a una manada de hadrosaurios mientras cruzan un río helado, a unos ornithomimus machos que asaltan los nidos rivales para reforzar los suyos, y también a unos olorotitanes que crían a sus hijos en fértiles campos volcánicos, pero teniendo que enfrentarse a las picaduras de los mosquitos. Unos troodóntido cazan mamíferos expulsados por un incendio forestal. Un joven antarctopelta recorre el bosque en busca de una nueva guarida para el invierno. En el bosque nevado, se desarrolla un tenso enfrentamiento entre dos antiguos rivales, un pachyrhinosaurio y un nanuqsaurio.
En este quinto episodio veremos como un austroposeidón arrasa los árboles en busca de la vegetación fresca. Un viaje a través de una cueva subterránea en Norteamérica se vuelve peligroso cuando un joven tricerátops se separa de su madre. Un carnotaurio macho prepara el escenario para una exhibición extravagante. Una hembra de qianzhousaurio aprovecha una tormenta de otoño para cazar un corythoraptor. Una familia de edmontosaurios evaden un incendio forestal, mientras un atrociraptor y un anquilosaurio aprovechan esa oportunidad. Unos therizinosaurios jóvenes intentan trepar hasta un nido de abejas. Un hatzegopteryx caza a un zalmoxes y patrulla la densa maleza y la costa azotada por la marea.
Las impresionantes imágenes generadas por ordenador nos llevan a presenciar los orígenes ardientes del agujero negro de nuestra galaxia hace 13.600 millones de años, cuando el universo primitivo albergaba enormes estrellas azules que, cuando se quedaron sin combustible, colapsaron bajo su propia enorme masa, aplastandose en un objeto tan pequeño y tan denso que perforó un agujero en la estructura del universo. Durante miles de millones de años, la estrella Sagitario A se dio un festín con el gas y las estrellas cercanas y con fusiones cataclísmicas con otros agujeros negros. Un descubrimiento revolucionario realizado por el telescopio de rayos gamma Fermi de la NASA ha demostrado que nuestro agujero negro tenía el poder de esculpir toda la galaxia, creando vastas burbujas de gas por encima y por debajo de nuestra galaxia e incluso protegiendo sistemas estelares como el nuestro.
En una alucinante conclusión, Brian Cox revela cómo nuestra comprensión moderna de los agujeros negros está desafiando nuestros conceptos de realidad hasta el punto de ruptura. Al tratar de comprender el destino de los objetos que caen en la estrella Sagitario A, los científicos han llegado a una conclusión sorprendente: el espacio y el tiempo, conceptos tan fundamentales para la forma en que experimentamos el mundo que nos rodea, no son tan fundamentales como alguna vez pensamos.