Brillantes matemáticos, cuyo genio ejerció mucha influencia, fueron también personas que desarrollaron la locura y terminaron suicidándose. Kurt Gödel, el introvertido confidente de Eisntein, demostró que habría siempre problemas que estaban fuera del alcance de la lógica humana. Su vida terminó en un sanatorio donde se negó a comer hasta morir. Alan Turing, el gran descifrador de códigos, padre de la ciencia de la computación y homosexual, murió tratando de demostrar que algunas cosas son fundamentalmente indemostrables.