Julio César y sus hombres llegan a Egipto, donde reprenderá a los consejeros del rey niño Tolomeo XIII por eliminar a Pompeyo y demandará al hombre que lo mató. Más tarde, César decide inmiscuirse en la inminente guerra entre el joven rey Ptolomeo y su hermana, la seductora y ambiciosa Cleopatra, para asegurar el suministro del trigo egipcio a Roma y conseguir el tesoro real. Marco Antonio, en una demostración inusual de prudencia, desaconseja permanecer en Alejandría con solo media legión y Cato y Escipión como amenazas en África. En Roma, Burto recibe un recibimiento gélido de Servilia cuando retorna a casa desde Grecia.
Tras la derrota de Escipión y Cato, César regresa a Roma y recibe la bienvenida como un héroe victorioso al que rendir vallasaje. La ira de Servilia contra el clan de los Julio convierte la sumisión de Bruto en algo aún más doloroso. Mientras tanto, Octavio Augusto regresa de su entrenamiento militar, impresionando a César con su inteligencia, lo que le decide a encumbrarlo como pontífice a pesar de su Juventud. La vida de Lucio y su familia corre peligro, hasta que éste recibe una oferta del propio César.
Tras ser proclamado emperador, César declara el fin de la guerra y anuncia cinco días de fiestas. El precio de la victoria es la su nominación sin precedentes para una dictadura de 10 años, que es apoyada por Cicerón y Bruto. Mientras Lucio inicia su campaña como magistrado, Atia continúa humillando a Servilia, aunque niega cualquier relación con su asalto. La relación entre Tito e Irene termina en un desastre.
Bruto se debate entre la lealtad a César o a la República. Lucio descubre cómo funciona la política y la corrupción. Rechazado por Lucio e Irene, Tito se rebaja a trabajar como asesino bajo las órdenes de Erastes. Tras ser detenido, Tito será sentenciado a pelear por su vida en la arena, y sólo un hombre saldrá en su ayuda.
Tras su victoria en la arena, Tito y Lucio son considerados unos héroes por toda la ciudad. Servilia urde los últimos detalles de su venganza contra Atilia y César. Bruto tiñe de sangre el senado.
Marco Antonio, en una demostración inusual de prudencia, desaconseja permanecer en Alejandría con solo media legión y Cato y Escipión como amenazas en África. En Roma, Burto recibe un recibimiento gélido de Servilia cuando retorna a casa desde Grecia.